Son las 15 horas y acabamos de subir del refugio. No es nuestra primera experiencia ya que los ataques sobre Nazaret Ilit comenzaron la noche anterior cuando escuchamos por primera vez la sirena de alarma.
En esa oportunidad, al igual que en esta, abandonamos rápidamente el departamento y comenzamos a bajar las escaleras hacia el refugio cuando una vecina nos interceptó para decirnos que no nos preocupáramos, que la sirena que se escuchaba provenía de Migdal Haemek.
Sospechamos que esa versión no reflejaba la realidad y continuamos con nuestro camino hacia el lugar seguro.
Allí nos encontramos con nuestros vecinos, algunos sumamente asustados hablando nerviosamente entre ellos.
Permanecimos en el refugio unos treinta minutos y regresamos al departamento donde pudimos enterarnos que habían caído misiles en nuestra ciudad, en Afula y en otras ciudades vecinas.
Luego, nos quedamos mirando la televisión sin dejar de sorprendernos por como los canales israelíes informaban sobre los lugares donde cayeron los misiles con detalles de distancias a las plantas petroquímicas y otros objetivos importantes que seguro le vienen muy bien a nuestros enemigos para que ajusten los disparos. Es de no creer.
Respecto a otros latinoamericanos en esta ciudad, hubo y hay de todo un poco en cuanto a las reacciones por esta situación.
Algunos que se fueron hacia Tel Aviv o Eilat para buscar mayor seguridad. Hay familias que planean viajar al exterior hasta que las cosas retomen la normalidad.
La mayoría se toma las cosas con resignación y muchos ayudan dentro de sus posibilidades respondiendo el teléfono en la municipalidad turnándose las 24 horas para evacuar consultas de los vecinos o apoyando a otros con dificultades de algún tipo.
En general no he visto rostros de pánico, sí de preocupación. La mayor parte de nosotros cumple con las recomendaciones para su seguridad. No es poco.