GOTAS DE ROCIO PARA LA SED DEL ALMA

JESED LEISRAEL
ENTIDAD PRESIDIDA POR EL ADMUR GRAN RABINO DE KALEV SHLIT"A
-OD IOSEF JAI-
Finalmente, el día se apodera por completo de la existencia, la gente comienza sus respectivas actividades con energías renovadas, fuerza, ganas... Sentado en el living con el cortado, Edwin se pone ansioso. Pero no, todavía no.
Ya llegó el mediodía, el sol en todo su esplendor ilumina directamente sobre nuestras cabezas, ni los grandes árboles se animan a hacerle sombra, las grandes torres erguidas a cientos de metros parecen agachar su cabeza ante el astro rey. ¿Quizás ahora? No, todavía no, el teléfono se niega a sonar.
Finalmente se va el calor intolerable del mediodía y una tarde tranquila y apacible desciende sobre la ciudad. Rondas de mate, niños saltando en las plazas mientras los abuelitos discuten fervorosamente sobre los ajustes de la jubilación y las elecciones próximas. Tranquilidad, paz, sosiego. Éste el mejor momento, piensa decididamente Edwin, pero algo en sus ideas comienza a desordenarse.
Él sabe bien que hoy comienza Janucá, la fiesta de la luz. El Rabino de la ciudad cercana quedó en llamarlo para indicarle el horario exacto del encendido de las luces da Janucá.
La noche anterior Edwin estuvo hasta tarde lustrando la Menorá de su bisabuelo la cual llevaba unas buenas décadas "enterrada" entre otras antigüedades. Su abuelo y su padre tuvieron otras preferencias que no les dieron tiempo para ocuparse de ella.
Raot sabeá nafshí beiagón kojí kilá. . . (Mi alma de males se hartó; el dolor agotó mi fuerza), las palabras del "Maoz Tzur", la tradicional canción de Janucá, cobraban otro significado.
Edwin realmente estaba agotado, el camino materialista en el que fue educado no le dio buenos resultados. Ni su BMW ni el dúplex, lograban apagar su angustia.
Unos "amigos" de una agencia de viajes le sugirieron recorrer el mundo, conocer, descubrir, recrearse y así lo hizo. Seis meses más tarde estaba de regreso. Veinte países recorridos, treinta álbumes de fotos y en el buzón de la casa seis sobres gordos con los detalles de la Mastercard.
Pero Edwin... sentía que debía hacer algo urgentemente para salir de esta confusión en la cual estaba inmerso. Él sabía lo que precisaba, pero prefería no pensarlo, hacía lo imposible por sacarse esos extraños pensamientos.
¡Ojo! Edwin no era cobarde pero se creía demasiado realista como para buscar un nuevo sentido a su vida a los cuarenta años. En su vida comercial estaba acostumbrado a desafíos, pero siempre fue precavido y calculado. Nunca tomó decisiones si no estaba seguro de poder hacer frente a todas las consecuencias.
El sólo pensar en que eventualmente tendrá que enfrentar situaciones nuevas y formas de pensar diferentes, lo estremecía. De a poco se convenció que no había otro camino que el de soportar en silencio esa desgraciada vida que el "destino" le asignó. Y nuevamente las palabras del Maoz Tzur describían fielmente su situación. “Veen ketz limé haraá” (y no vemos el fin de los días del mal).
Edwin siguió con su rutina, teléfonos, faxes, cheques, firmas, etc... Pero su alma judía pudo más que él y un día se encontró visitando la Sinagoga más cercana de su casa, a 60 kms.
No entendía mucho, o mejor dicho nada, pero sabía que "ellos" eran sus hermanos y que por más extraños y primitivos que parezcan, disfrutan de una paz interna que no depende de nada externo y que ese sosiego no lo pierden hasta su última respiración.
Edwin sentía envidia. Sana, pero penetrante. Esa noche no pudo dormir... Como en sueños sentía retumbar en sus oídos las palabras de aquel anciano de barba blanca y ojos profundos
Teshu... Teshuá... Teshubá, o algo parecido. . . No le quedo claro el concepto. Pero entendió que era algo que todos pueden hacer y que le da significado a la vida.
Edwin quedó intrigado y volvió al otro día. Pero que mala suerte, el anciano anunció que dada la proximidad de Janucá verían en estos días algo de leyes respectivas a estos días.
Pobre Edwin, le faltaba mucha información, pero entendió que se trataba de luces, luminarias, lo que él tanto necesitaba. La oscuridad ya se le había tornado intolerable.
Al día siguiente no pudo ir, pero necesitaba saber cuando comenzaba esa fiesta y qué se hacía. Sin dudarlo mucho, llamó a la operadora, pidió el teléfono de aquella Sinagoga, y al cabo de unos minutos tenía al Rabino en la línea. El Rabino estaba muy atareado pero le explicó cordialmente alguna pautas básicas y quedó en llamarlo el mismo día en que comenzaba Janucá para indicarle cuando y como encender las velas.
Y ahí estaba, con la Menorá lustrada, las mechas listas y los ojos clavados en el teléfono.
Ya era muy tarde, el sol se puso y Edwin está claramente impaciente... Riiiiing Riiiing Riiing..
¡Hola! atendió anosioso. ¡Happy Chanuka!, le responde una amable voz a través del receptor.
-A las 20:30 en punto, no se olvide.
Edwin estaba evidentemente confundido.-Disculpe Rabino, pero el día acaba de terminar, está todo oscuro. ¿Le parece que es ahora el momento de encender?
Un largo silencio se oyó del otro lado del aparato y finalmente llegó la respuesta que cambiaría definitivamente la visión de Edwin sobre la vida y sus retos:
-Sepa usted, mi joven y querido amigo, dos cosas importantes: 1. En el Judaísmo el día comienza con la puesta del sol y no a su salida. 2. La luz no tiene ningún sentido si no hay oscuridad.
Cuando finalmente a las 20:30 se acercó por primera vez a encender su Menorá, una gran emoción lo embargó, sus manos sudaban y todo su cuerpo temblaba enérgicamente. A duras penas pudo recitar las Berajot mientas torrentes de lágrimas brotaban de sus ojos.
Unos minutos después estaba sentado frente a las luces de Janucá sin poder calmar su conmoción y repetía una y otra vez: "la luz no tiene sentido si no hay oscuridad".
Ahora no le quedaban dudas, debía poner manos a la obra para iluminar su alma, y justamente porque estaba tan oscura y perdida. Después de cuarenta años descubrió lo más simple que hay: "la luz no tiene sentido si no hay oscuridad".
¿Usted por casualidad se llama Edwin? ¿No? No importa. Lo que cambian son los nombres, el mensaje de las velas de Janucá es el mismo para todos:"la luz no tiene sentido si no hay oscuridad".
Éste Janucá, cuando vayamos a encender las velas, pensemos unos segundos en nuestras almas que necesitan ser iluminadas. Comprendamos de una vez por todas que no importa cuanto mal hay, sino cuanto bien tenemos para combatirlo. No interesa cuan larga sea la lista de errores, sino con qué herramientas contamos para repararlos. No es importante cuánta oscuridad hay en nuestras almas, sino cuánta luz tenemos y queremos poner dentro de ellas.
FELIZ JANUCÁ
ICQ N° 86953461
Jerusalem Israel
"el pasado es polvo, el futuro es viento,
si amas perdona, si no amas olvida...
pues el amor nunca muere,
solo cambia de lugar..."