La semana pasada terminamos la lectura anual de Libro de Números y esta semana empezamos el quinto libro de la Torá, Séfer Dvarim, que se llama en castellano, El Libro de Deuteronomio. No es nada fácil ver la relación entre estos dos libros bíblicos. No obstante, una inspección más profunda de estos dos libros nos muestra que si los examinamos con cuidad, tienen mucho que enseñarnos no solamente como libros individuales sino como dos libros leídos juntos. El Libro de Números trata de la individualidad. En sus últimos capítulos se aprende de la importancia de cada tribu, y su rol en la historia. Sabemos cómo cada tribu se llama y aprendemos de cómo cada tribu satisfacía sus necesidades y objetivos. En el Libro de Números casi no hay apenas indirectas sobre la identidad nacional. En cambio, el Libro de Deuterónomio nos dirige al concepto de la colectividad. Nos enseña que para sobrevivir Israel tendría que ser más que simplemente un grupo de tribus compartiendo la misma historia. Para sobrevivir Israel tedría que transformarse en un pueblo, los bne-Yisrael (hijos colectivos de Jacobo) y   la individualidad tendría que submeterse a las necesidades de la nación. Si el Libro de Números nos enseña a cuidarnos, este quinto libro nos enseña a cuidar a nuestro prójimo. Nos recuerda que el puro concepto de la individualidad es, en parte, una representación de una mentalidad de esclavos. Deuterónomio nos enseña  que debemos hacer más que simplemente procuparnos por nuestro bienestar personal, que una nación madura es una nación en la cual sus ciudadanos han aprendido a cuidar a sus prójimos, a sus vecinos, a sus amigos, a sus familiares y a sus paisanos.

 

 

Rabbi Peter Tarlow