Parashat Ha'Shavúa: 16 Kislev, 5766
Shavúa Tov MeHa'Hillel sheKayam Lifne sheHayu Batei Hillel.
Una Buena Semana desde la primera casa de Hillel de los EE.UU.
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Se llama la parashá para esta semana "VaYeshev." La encontrarán en el Libro de Génesis 37:1-40:23. Al leerla por la primera vez parece que gira alrededor de la vida de su personaje principal, la de José. En esta sección semanal se lee del sueño famoso de José, de la envidia de sus hermanos, de su "camisa de muchos colores," de su venta a la esclavitud, de cómo la mujer de Potiphar trató de seducirlo, y de sus interpretaciones de los sueños de sus colegas encarcelados.
A pesar de la centralidad del personaje de José, se encuentra por los capítulos finales del libro varios sub-textos. Ellos también valen la pena estudiar puesto que nos enseñan mucho. Por ejemplo, un personaje secundario del libro es Judá. Es Judá que convence a sus hermanos que no maten a José sino venderlo. Es muy posible que esta acción de su parte le perdiera el cariño de sus hermanos. También tiene un enredo sexual con su nuera (la mujer de dos de sus hijos muertos). Es ella que debe enfrentarlo y demostrarle los resultados de sus acciones. No es fácil alabrar a Judá por sus acciones. Nos parece ser un adulto solo a cuasa de la cuenta de años en vez de la calidad de sus acciones. Vemos que él no se conoce y aún busca la razón de su ser.
Hay, sin embargo, mucho que aprender de él. Es un gran ejemplo del crecimiento personal. Cuando Tamar lo enfrenta con la prueba que es el padre del hijo de ella, Judá tiene la capacidad de confesar, diciéndole "tzadká mimeni" (Un juego de palabras hebreo que significa: "ella tenía razón y no yo" y a la vez, "era más justa que yo.") Judá no solamente reconocía sus fallos, los enfrentó y los cambió. Se dio cuenta de que dentro de los límites de su familia nunca llegaría a ser "hombre adulto." Aprendía que para ser adulto habría que aprender a responsabilizarse por sus acciones y cambiarse a si mismo. Por el fin del libro Juda ha aprendido quien era y como cambiar y sobrepasar los aspectos negativos de su personalidad.
En estos días antes de la fiesta de luz, de Janucá, el ejemplo de la lucha de Judá es un regalo a todos nosotros. Su vida nos enseña que el regalo mejor que podemos darnos a nosotros mismos es el acto de conocernos, de aprender que nunca seremos perfectos, que la vida no es viaje sino es una lucha continua hacia el mejoramiento. Judá supo que el regalo mejor que podía darse a si mismo era conocerse a si mismo, de confesar sus errores, aprender a corregirlos y volver a buscar nuevos desafios. ¿No es esto un regalo de Janucá que también debemos darnos a nosotros mismos?
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Rabbi Peter Tarlow