21 de octubre 2005, ángel
Nosotros, aquellas entidades que venimos hoy, estamos danzando aquí de alegría por saber que la distancia que solía separarnos se hace cada vez más y más y más pequeña. Porque el trabajo que tú has hecho en tu vida, tus muchas vidas en la Tierra, y particularmente en esta vida… ese trabajo descorre el velo para que nosotros vengamos así de cerca.
El amor que tú has generado, las cosas que hiciste, ha producido que nosotros nos acerquemos tanto así. Y hoy nos acercamos mucho, mucho.
Después de la lección de aceptar tu yo humano, sabemos que puedes aceptar muy fácilmente tu yo espiritual. Aceptar el yo humano es difícil. Ahora una lección más difícil: permanecer en el momento divino, ser el Yo divino. Oh, te vimos cuando expresaste tu intención, cuando escogiste permanecer en tu momento divino. ¡Y te funcionó por una fracción de segundo! ¡Y entonces fuiste sacado de ese estado por tus familiares o por los compañeros de trabajo! Lo importante fue que sintieras -aunque sea por un instante fugaz- lo que era estar en la divinidad sin ninguna preocupación del ayer. Porque, como sabes, tus ayer se han ido. Todas aquellas personalidades, todos aquellos aspectos que conociste como tus vidas pasadas se han ido. El Libro de la Vida, como lo has conocido, llegó a su fin. El capítulo final fue escrito y firmado por tu mano. Y todas las páginas destinadas para tus nuevos días están abiertas y listas para que las llenes con tus creaciones.