del 31 de Agosto, 2005
Las palabras de Dios pasan muchas veces sobre nosotros sin tocarnos.
Las palabras de Dios llaman con frecuencia a nuestro oído, siéndonos a menudo molestas.
Las palabras de Dios llegan al corazón para que meditemos sobre ellas.
Las palabras de Dios nos tocan como un rayo y nos hacen temblar.
Las palabras de Dios se graban en nuestra memoria como saetas en la carne y quedamos iluminados.
Las palabras de Dios nos cautivan, y ya no hay resistencia.
Las palabras de dios se adueñan de nosotros y somos transformados.
Por eso se ha podido afirmar que el bien mayor de la mente es el conocimiento de Dios; y a ese conocimiento podremos llegar únicamente escuchando, meditando y viviendo la palabra de Dios.
Los cinco minutos de Dios
de Alfonso Milagro
Silvia Mónica del Rio