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El mito de Palestina y otras mentiras árabes - Ricardo Angoso

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Viernes 20 de Marzo de 2009

El mito de Palestina y otras mentiras árabes

LOS ORÍGENES DE ISRAEL, EL MITO DE PALESTINA Y EL ANTISEMITISMO ÁRABE
 
Cuando en 1948 nació el Estado de Israel, hace casi sesenta años, las tierras de lo que algunos sesudos analistas denominan ahora "Palestina" eran un desierto inhóspito, casi despoblado y donde habitaban árabes y judíos, incluso conviviendo juntos y en paz desde hacía décadas. Luego, cuando los países árabes atacaron a Israel por no aceptar el plan de partición impulsado por las Naciones Unidas, que preveía dos Estados en el territorio que hoy ocupa lo que los árabes siguen llamando la "entidad sionista", los antiguos pobladores de los reinos de Samaria y Judea abandonaron para siempre su tierra ancestral. Nunca más volverían, fueron engañados vilmente por unos dirigentes árabes henchidos de viejas glorias al estilo de las hazañas de Saladino y un burdo nacionalismo casi rayano al nacionalsocialismo hitleriano.
 
Los palestinos, que realmente eran árabes que habitaban allí antes de que naciese el mito, se fueron con la tenue, endeble y mitificada esperanza de que algún día volverían a una tierra ya sin judíos, donde la entidad sionista sería tan sólo un sueño mitificado sin esperanza, una quimera destinada a ser enterrada en la desvanes de la historia. En un principio, los palestinos, engañados y manipulados por todos los dirigentes árabes, fueron hacinados en los campos de concentración –no merecen otro nombre, puedo dar fe de ello, después de haber pasado por uno de ellos en Siria- abiertos por los países "amigos" para aliviar su corta espera. Tan corta que todavía esperan miles de palestinos en los campos del Líbano, Jordania y Siria, así como en otras partes del mundo. Qué gran engaño, cuánta mentira para justificar tanto fracaso.
 
Luego está el asunto de la tierra, que para muchos sólo estaba poblada por los árabes. Otra absoluta falsedad. Las poblaciones judías están radicadas en la tierra palestina desde la segunda mitad del siglo XIX e incluso antes; incluso existe documentación escrita que prueba las protestas árabes por la compra de tierras por parte de los judíos durante la dominación otomana. Palestina existe porque existe Israel, de lo contrario habría sido un territorio bajo control sirio o jordano, es decir, una mera provincia integrada en uno de esos dos Estados. De hecho, la actual Cisjordania ya fue Jordania hasta el año 1967, en que durante la guerra de los Seis Días Israel se apoderó del territorio jordano y derrotó a toda una gran coalición de países árabes. No pudieron y de nuevo lo intentaron en 1973. Y de nuevo no lo lograron, como siempre que han pretendido arrojar a los judíos al mar y destruir la pérfida "entidad sionista". Su inutilidad, vistos sus resultados, es congénita.
 
Como recordaba el periodista Jaime Dromi, en un acertado resumen que cito textualmente:"Hasta 1947 los únicos palestinos eran los judíos, durante la guerra del establecimiento de Israel, los jordanos capturaron parte de la Cisjordania, los sirios parte de la alta Galilea y los egipcios la Franja de Gaza. Durante veinte años siguió así, no había pueblo palestino para nada, hasta que los judíos liberaron las tierras que los jordanos, los sirios y los egipcios habían ocupado, fue en ese momento, después de la Guerra de los Seis Días, que dirigidos por Arafat se empezaron a llamar pueblo pueblo palestino". En definitiva, una pura invención.
 
Y qué se puede decir de Gaza, que siempre estuvo bajo tutela egipcia, pero claro los dirigentes egipcios comprendieron muy pronto que los palestinos eran fuente interminable de problemas y que podían desestabilizar país. Desconectaron de Gaza y dejaron el territorio bajo la "brutal ocupación sionista", dejando así el problema en manos del Estado hebreo y comenzaron a defender la causa palestina de una forma retórica. No cometieron los mismos errores que los dirigentes libaneses, que han pagado muy cara su solidaridad, amistad y apoyo hacia la causa palestina. Los refugiados palestinos han sido la causa de la guerra civil libanesa, que desangró al país durante quince años (1975-1990) y costó casi 200.000 muertos, de los últimos enfrentamientos entre las fuerzas libanesas e integristas musulmanes escondidos en los campos de refugiados y de la permanente interferencia de Siria en este país, ejecutada muchas veces a través de grupos terroristas palestinos controlados y financiados por Damasco.
 
Pero volvamos a la actualidad. No olvidemos que Yasser Arafat, fracasado en sus planes genocidas y tras haber apoyado la causa iraquí en la invasión de Kuwait, allá por la primera Guerra del Golfo, en 1991, fue rehabilitado por las potencias occidentales, deseosas de solucionar para siempre los embrollos de Oriente Medio, y de nuevo volvió a salir a la luz el abandonado mito de la inexistente "Palestina". Los israelíes le cedieron=2 0territorios, les dotaron de autonomía y fondos presupuestarios –procedentes de los Estados Unidos y la UE- e incluso reconocieron al Arafat terrorista como un estadista respetable. Qué despropósito. Y de aquellos barros vienen estos lodos que hoy nos embadurnan a todos y llenan de terror y cadáveres las calles de Gaza. También de Israel. Arafat nunca abandonó del todo las prácticas terroristas y la violencia siguió siendo un instrumento de acción política para conseguir los objetivos deseados.
 
Los siniestros orígenes del terrorista Arafat
 
La rehabilitación de Arafat daría para un artículo más largo porque el personaje no tenía desperdicio. Su tío, el gran mufti de Jerusalén, Haj Amin el-Husseini,  fue el principal responsable de la pavorosa huida de los palestinos cuando era líder árabe de Palestina.  Como escribe Mario Aguinis, en su acertado artículo El odio contra Israel, este filonazi "no sólo se negó a aceptar la Partic ión decidida por las Naciones Unidas del 29 de noviembre de 1947 para el nacimiento de un Estado Árabe y uno Judío que viviesen lado a lado y en fraterna colaboración, sino que tuvo una "idea genial" al estallar la guerra de la Independencia de Israel contra el Mandato británico y seis ejércitos árabes decidieron invadir el territorio para aplastar al flamante Estado. Esa idea lo llevó a ordenar que sus hermanos abandonasen Palestina rápidamente para permitir que Siria, Irak, Líbano, Egipto, Arabia y Transjordania pudiesen empujar a los judíos, rápida y cómodamente al mar, donde serían ahogados. En los archivos del Foreign Office existen documentos sobre los judíos que detenían a columnas de fugitivos árabes palestinos y les pedían quedarse, porque la guerra no era contra ellos, pero estos pensaron que se trataba de una estrategia para usarlos de escudo y frenar el impulso de los invasores. Más de la mitad de los árabes que abandonaron sus hogares "por unas semanas", como prometía el Mufti, no vieron a un solo soldado judío".
 
Unos años antes, en los años treinta, este siniestro personaje llegó a viajar hasta Berlín a rendir pleitesía al mismísimo Adolfo Hitler. Allí, seducido por el personaje, este cléri go  prometió erradicar cada judío de "Palestina" y sus alrededores "con los métodos científicos del Tercer Reich". Planificó erigir otro Auschwitz en Nablus, sobre las colinas de Samaria. Su lema, difundido por radios nazis, fue: "Mata a los judíos dondequiera los encuentres, para agradar a Alá y la historia". En sus Memorias, como recoge Aguinis, confiesa: "Nuestra decisión fundamental era colaborar con Alemania para hacer desaparecer el último judío del mundo árabe. Yo pedí a Hitler que me ayudase en forma explícita a resolver esta cuestión en base a nuestras aspiraciones raciales con los métodos innovadores puestos en marcha por Alemania. El me dijo: "Esos judíos son suyos". Los aliados lo buscarían más tarde como a un vulgar criminal de guerra, sobre todo por su colaboración en el reclutamiento de bosnios musulmanes para las SS de Hitler, mientras nuestro "adorado" Yasser Arafat lo citaba como "nuestro héroe". No obstante, volvamos al relato de nuestra historia y sigamos con Arafat.
 
Pero las decepciones de la comunidad internacional con respecto a Arafat no tardaron en llegar: en el año 2000, cuando Israel está dispuesta a ceder en casi el 97% de las aspiraciones de los palestinos, Arafat,  que se encontraba reunido con Bill Clinton y Ehud Barak en Camp David, rechaza cualquier posibilidad de un acuerdo de paz con los que él considera sus sempiternos enemigos y vuelve a las andadas, es decir, al terrorismo como instrumento de acción política. Los países europeos y los norteamericanos comprobaron entonces que el liderazgo palestino no era de fiar y Egipto y Jordania, cansadas del viaje hacia el terror de Arafat, intensificaron sus relaciones con Israel sin importarles las inútiles bravatas de quien había hecho de la causa palestina el principal sustento (económico) de una casta política y familiar a la que no le importaba para nada la miseria, el hambre, el abandono y la rabia de su pueblo. Incluso su mujer, Suha Arafat, llegó a gastarse más de 100.000 dólares en una sola tarde en las tiendas parisinas más lujosas, mientras miles de palestinos se morían literalmente de hambre; también se ha hablado de la cuantiosa fortuna de Arafat, que podía alcanzar los 900 millones de euros y que estaría bloqueada en los bancos suizos, dinero procedente de los sufridos contribuyentes europeos y que sirvió durante años para financiar las acciones terroristas contra Israel. Como todo el mundo sabe, las más nobles causas suelen estar repletas de sinvergüenzas sin restricciones morales.
 
Finalmente, Arafat murió en el año 2005, y desde ese año las cosas no han hecho más que empeorar. La respuesta a la cleptomanía crónica de la camarilla que dirigía los destinos de la autonomía palestina fue el movimiento fundamentalista Hamas, supuesto valedor de los principios morales y éticos de un pueblo que peores dirigentes no podía haber tenido. Digo supuesto porque si apoyar las acciones terroristas contra civiles indefensos, incluyendo aquí a mujeres, niños y enfermos (¡sí, enfermos!: el último atentado de Hamas iba dirigido contra un hospital) es legítimo en el mundo palestino es para echarse llorar, para abandonar toda esperanza y claudicar. Ahora, nuevamente, se vuelve a hablar del mito de "Palestina", de un supuesto Estado que englobe algunos de los antiguos territorios jordanos y nada más, pues Gaza ya ha escapado no al control de la Autoridad Nacional Palestina sino que su reino ya no es de este mundo y habrá que esperar que algún día regresen a las sendas de la racionalidad política. El destino de Gaza es inescrutable, pertenece más a la metafísica desentrañar sus misterios que a la ciencia política. Que Alá coja confesados a los habitantes de este reino que compatibiliza la miseria generalizada con el jomeinismo más reaccionario.
 
Desconectarse de Gaza
 
Así las cosas, y llegados a este punto y con semejante compañía, no es de extrañar que el agónico Sharon se decidiera en su momento por la desconexión de Gaza, más allá de terceras vías y apuestas inútiles por una paz que nunca llega porque casi nadie en el mundo árabe la desea; en la retórica antisionista muchos han encontrado su fuente de legitimidad, como es el caso de Siria, y otros, como los líderes palestinos, un permanente mana para hacer sus negocios. Pero de nada sirvió desconectarse, pues los gansteres que gobiernan en Gaza –no merecen otro nombre- son unos asesinos natos que no dudan en atacar con sus cohetes casi diariamente a las poblaciones civiles israelíes como en matar a sus adversarios de Al Fatah como perros –varios centenares, según fuentes autorizadas-. Así se llegó al justificado ataque de Israel contra las bases terroristas de Hamas en Gaza. La situación era insoportable, convivir pacíficamente con esta gente es imposible.
 
Y luego esta guerra interminable que no conduce a nada,  pues en la muerte gratuita y en la banalidad de un mal injustificable no se encuentra más que la coartada política para justificar tanto fracaso ante su agotado pueblo. Mucha retórica hueca, demagogia antisionista barata y gratuita al estilo de los Protocolos de los Sabios de Sión y un viaje hacia ninguna parte comenzado allá por el año 1948, cuando las Naciones Unidas les ofrecieron una solución justa que rechazaron en aras de esta cruzada tan inútil. Nunca tan pocos, los dirigentes de Al Fatal y Hamas, habían sacado tanto de la miseria de tantos y de un mito inalcanzable llamado "Palestina".
Blog de Ricardo Angoso
www.iniciativaradical.org

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