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« del 6 Setiembre, 2005 | Inicio | Amar a un ser humano - articulo »

Mujeres que corren con lobos

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Mujeres que corren con Lobos


Nos cuenta que la historia de los lobos, son como las historias de las mujeres, tanto en lo concerniente a su coraje como a sus fatigas. Que los lobos sanos y las mujeres sanas compartimos ciertas características psíquicas; una aguda percepción, un espíritu lúdico y una elevada capacidad de afecto. Los lobos y las mujeres somos sociables e inquisitivas por naturaleza y estamos dotadas de una gran fuerza y resistencia. Somos extremadamente intuitivas y nos preocupamos con fervor de nuestros vástagos, nuestras parejas, y la manada. Somos expertas en el arte de adaptarnos a las circunstancias siempre cambiantes y somos fieramente leales y valientes.

Sin embargo, ambas hemos sido perseguidas, hostigadas y falsamente acusadas de ser voraces, taimadas y demasiado agresivas. Hemos sido el blanco de aquellos que no sólo quisieran limpiar la selva sino también el territorio salvaje de la psique, sofocando lo instintivo hasta el punto de no dejar ni rastro de él.

Cuando las mujeres escuchamos estas palabras, (mujer salvaje) despierta y renace en nosotros, un recuerdo antiquísimo. Es el recuerdo de nuestro absoluto, innegable e irrevocable parentesco con lo femenino salvaje.

La existencia de la Mujer Salvaje también lo percibimos a través de la visión; a través de la contemplación de la sublime belleza. La podemos percibir contemplando una puesta de sol en medio de los bosques, la podemos sentir en nuestro interior viendo venir a los pescadores del lago, en el crepúsculo con el fuego encendido o contemplando los dedos de los pies de nuestros hijos recién nacidos. La podemos ver donde la vemos, o sea en todas partes.

Esta mujer Salvaje que todas llevamos dentro, viene a través del sonido; a través de la música que hace vibrar el esternón y emociona nuestro corazón; viene a través del tambor, del silbido, de la llamada y del grito, viene a través de la palabra escrita y hablada que nos induce a recordar, por lo menos durante un instante, de qué materia estamos hechas realmente y dónde está nuestro verdadero hogar.

Si las mujeres la hemos perdido, cuando la volvamos a encontrar, pugnaremos por conservarla siempre. Una vez que la hayamos recuperado, lucharemos con todas las fuerzas para conservarla, pues con ella florece nuestra vida creativa; nuestras relaciones adquieren significado, profundidad y salud; nuestros ciclos sexuales, creativos, laborales y lúdicos se restablecen; ya no serían el blanco de las depredaciones de los demás.

La Mujer Salvaje es fuerza que se oculta detrás de ella, se puede llamar la naturaleza autóctona o intrínseca de la mujer. Se le puede llamar los siete océanos del universo, o los bosques lejanos, el Yo, la naturaleza medial. Se la llama naturaleza sabia o inteligente. A veces se la llama la mujer que vive al final del tiempo o la que vive en el borde del mundo, esta criatura es siempre una hechicera-creadora o una diosa de la muerte o una doncella que desciende. Es al mismo tiempo amiga y madre de todas las que se han extraviado, de todas las que necesitan aprender, de todas las que tienen un enigma que resolver, de todas las que andan vagando y buscando en el bosque y en el desierto.

Conocerla a esta mujer Salvaje es un trabajo continuo, que dura toda la vida. Para encontrarla, las mujeres debemos regresar a nuestras vidas instintivas, a nuestros más profundos conocimientos. Volvamos a recordar nuestra alma salvaje, dejemos que su carne vuelva a cantar en nuestros huesos. Despojémonos de todos los falsos mantos que nos han dado. Cubrámonos con el verdadero manto del poderoso instinto y la sabiduría. Penetremos en los territorios psíquicos que antaño nos pertenecieron. Desarrollemos las vendas, preparemos la medicina. Regresemos ahora mismo como mujeres salvajes que aullamos, nos reímos y cantemos alabanzas de Aquella que tanto nos ama. Sin nosotras la Mujer Salvaje se extingue, se muere. Sin la Mujer Salvaje, nos morimos nosotras, para la vida, para la verdadera vida. AMBAS TENEMOS QUE VIVIR JUNTAS.

Por Marinés
Compartido por: Jorge Coello

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