La pugna por el poder
Juan Angel Moliterni & Ma. del Carmen Prantera
La pugna por el poder
Libertad
La pugna por el poder:
es la forma en que los hombres
compiten por la energía
Los seres humanos tienden a estar motivados
por una profunda inseguridad.
Nos sentimos solos y buscamos la seguridad
que se extrae de la validación que nos otorguen los demás.
Deseamos sentir que los otros nos valoran
y que incluso se plieguen a nuestros conocimientos
y a nuestra posición.
Intentamos forzar sutilmente esa validación
controlando los pensamientos
y las opiniones de los que nos rodean.
Desde la infancia aprendemos
las formas de relacionarnos, de seducir
y forzar a los demás
para que se sometan a nuestras opiniones.
Este tipo de interacción negativa
es común en las relaciones humanas,
pero ahora empezamos a entender
esa interacción en función de la energía
(palanca vital).
Cuando obligamos a alguien
a que se doblegue a nuestros designios,
en realidad absorbemos
el campo de energía de esa persona
para lograr un aumento energético en el nuestro,
porque nos sentimos vacíos.
El vacío en esta situación humana
es la falta de relación
entre el ser humano y la naturaleza.
Descubrimos
que cuando un individuo
se acerca a otra persona,
y entabla una conversación,
pueden suceder dos cosas.
Que el individuo salga sintiéndose fuerte
o sintiéndose débil,
según lo que ocurra en la interacción.
Cuando controlamos a otro ser humano
recibimos su energía.
Nos cargamos a costa de otro
y esa carga es lo que nos motiva.
Cada uno de nosotros
trata de encontrar alguna forma de control
para mantener así la superioridad en el encuentro.
Todo esto es todavía inconsciente
en la mayoría de las personas;
pero una vez que comprendamos la lucha,
de inmediato empezamos a trascender ese conflicto.
Empezamos a liberarnos de la competencia
por la simple energía humana...
porque al fin somos capaces
de recibir energía de otra fuente,
de la Fuente apropiada.
Hay una alternativa, otra fuente de energía.
Los alimentos son una forma de ganar energía.
Pero para absorber totalmente la energía de los alimentos,
la comida debe apreciarse,
degustarse lentamente y masticarse bien.
La segunda forma de ganar energía
es a través de la respiración.
La tercera son las impresiones.
La cuarta son las vibraciones sutiles:
radiación estelar.
El cerebro humano
funciona como un aparato receptor
de radiodifusión cósmica.
Cuando se descontrola el equilibrio de entrada y salida,
de cantidad y calidad,
de principalidad y complementariedad de la sugestión ofrecida
por el alimento mental (las impresiones),
perdemos el control del aparato receptor,
obstruyéndose así la comunicación
con el Orden de la Existencia.
Surgen entonces el desentendimiento,
la confusión, el miedo y la dificultad.
Cuando echamos culpas,
cuando las cosas no salen
de la manera que nosotros queremos
y nos renegamos, entregamos nuestro poder.
En la vida del ser humano,
existen cuatro actividades,
cuyo orden es de máxima importancia
que sea comprendido,
para tomar conciencia
de los problemas que debamos resolver.
Estas actividades son:
alimentación, respiración,
movimiento y pensamiento-impresiones.
Estas son las cuatro funciones vitales,
las cuatro libertades que poseemos
y que cada uno debe ejecutar de la mejor manera posible.
Nadie nos puede privar de ellas.
Son nuestras cuatro libertades fundamentales
cuya posesión debe ser motivo
de nuestro mayor agradecimiento,
y si conseguimos realizarlas con libre conciencia,
podremos disfrutar de todas las demás,
porque cualquier libertad
está basada en estas cuatro primeras.
Todas las substancias necesarias
para mantener la vida del organismo,
para el trabajo psíquico,
para las funciones superiores de la conciencia
y el crecimiento de los vehículos superiores,
son producidas por el organismo
a partir del alimento que penetra en él.
Somos nuestros alimentos,
nos transformamos en nuestros alimentos.
Una vez
que la energía personal
aumenta de esta forma,
nos volvemos más sensibles
a la energía de todas las cosas,
siendo un mejor receptor de la Fuente Universal.
Texto con registro de autor
© J.A. Moliterni & María
del Carmen Prantera
Mont.: JMS/Caracas.