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8 de Setiembre dia de la Virgen de la Caridad

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"El odio es un veneno que corroe el alma de quien lo posee"
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Yo soy la Virgen de la Caridad, mas conocida como Cachita

Una alborada de hace tres siglos

Ocurrió hace más de tres siglos. Para ser más exactos una madrugada de 1628.
El hombre de poca fe dirá que todo fue cosa del destino. El creyente
afirmará que fue un milagro. Dirá más: que fue una revelación hecha a un pueblo.

Desde aquella mañana de 1628 han sucedido muchas cosas, pero la devoción ha crecido. Lo acontecido en la Bahía de Nipe arde como una llama inextinguible. Las olas trajeron la imagen y el pueblo ha levantado, ahora, para reverenciarla, un oleaje de cirios. La aparición fue realmente maravillosa.


Eran dos hermanos humildes y laboriosos. El mar les había llamado como un destino. Las rudas faenas marinas habían moldeado el carácter de Rodrigo y Juan de Hoyos. Eran fuertes y sencillos. No tenían más tesoro que su trabajo humilde y su fe. Conocían las tormentas del mar y las injusticias de esas otras tormentas que desencadenan los hombres. Se habían lanzado al mar en un frágil bote. Llevaban un compañero, que era ayudante y protegido: Juan Moreno. Un muchacho pobre y negro. Rodrigo y Juan eran aindiados, dos criollos modestos en lucha contra la adversidad.


El encuentro asombroso

Las olas se encabritaron, el mar rugió más fuerte. Ellos iban en busca de sal y las olas bravías les prometían la muerte. Es necesario imaginar aquella escena: Los hermano Hoyos, habituados al mar, advierten que la tempestad hará trizas a la diminuta embarcación.

El rostro del muchacho Juan Moreno ha de haberse puesto muy grave. El
muchacho era valiente, pero el mar imponía no sólo respeto sino pavor. Los tres viajeros han de haber sentido ese terror que invade a los hombres que en una especie de cáscara de nuez se enfrentan a una tormenta. Remaban hacia algún refugio. La bahía de Nipe es como un pequeño mar encerrado. La vista se pierde y las distancias sobrecogen. Agua e inmensidad. Entonces ha de haber brotado esa oración fervorosa de la fe para que fuera calmada la tormenta.

Los que navegaban hacia la muerte advirtieron, de pronto, que la tormenta cesaba como si una mano encantada hubiera apaciguado a las olas. La noche había sido dura, fatigadora, casi la última de sus vidas, pero he aquí que el amanecer traía no solamente reposo a la tormenta sino confianza a los corazones.

Rodrigo de Hoyos pidió que el esfuerzo fuera redoblado. Quería acercarse a aquello que flotaba sobre las olas, como un ala o un símbolo. La imagen navegaba con cierta levedad celestial Parecía un ave marina, pero tenía una majestad luminosa. Cuando las manos de Rodrigo de Hoyos tocaron la imagen santa el rostro del pescador se iluminó ante una inscripción elocuente:

“Yo soy la Virgen de la Caridad?, decía el mensaje inesperado. Juan de Hoyos y Juan Moreno comprendieron que estaban frente a un milagro.

Que pasa con nosotros Cachita ?

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