Todos podemos dar nuestro aporte para vivir en un mundo lleno de paz, como hicieron los chicos de esta historia.

Había una vez un angelito llamado Procopio, y vivía en una nube con vista la mar. Todos los atardeceres se sentaba al borde de su nube, y lanzaba su anzuelo. El anzuelo bajaba y bajaba, hasta hundirse en el mar. Procopio suspiraba y esperaba, pero nunca pescaba nada; cuando el sol se escondía el angelito guardaba su caña y volaba a rezar con sus hermanos.

Una tarde mientras esperaba Procopio sintió un tirón en su caña ¡Estaba por pescar!, el pescador tenía el corazón todo alborotado por la emoción y no sabía qué hacer. Así estaba cuando de pronto escuchó el llamado de Dios. El angelito clavó la caña en la nube y voló cantando hasta la Casa de Dios.

Al llegar Dios le explicó: - Mira, mi ángel. Vas a ponerte delantal y vas a ir a una escuela. El plan es ir a meter un poco de paz entre los chicos, y así ayudar a la maestra. Es aquélla, allá lejos, ¿La ves?

Y el ángel vio. Los chicos se tiraban el pelo, se empujaban y no le hacían caso a la señorita.

El angelito y Dios armaron un plan misterioso de salvación . Finalmente Procopio bajó y llegó a la escuela justo cuando dos nenes estaban por pelear, sus ojos estaban llenos de rabia y no tenían ni un poquito de alegría. Entonces el ángel metió la mano bajo su delantal, y ¡ZAS...! se arrancó dos plumitas brillantes y llenas de luz, y le regaló una a cada uno.

Cuando los chicos vieron las plumas llenas de luz, dijeron: -¡Una estrella! Aquella lucecita les borró la rabia y devolvió la paz.

Y eso dio una idea a la maestra: Vamos a preparar estrellitas para la paz. Cuando alguien esté enojado o triste, entre todos le vamos a regalar una. Y dicho y hecho, todos se pusieron a fabricar estrellitas de la paz. Volvió así la paz a los corazones de los niños.

El angelito sintió que había cumplido su misión y se retiró despacito. Volando muy rápido llegó a su nube para ver que había pescado, y al levantar el anzuelo vio que había enganchado ¡una estrella de mar...! Era una estrella luminosa que iba subiendo, subiendo...

Y el ángel se dio cuenta: Dios le devolvía con mucho más el regalo que Procopio había hecho dando un pedacito de sí mismo.

Autor: Carlos Joaquín Durán
(Adaptación) Extraído de "Había una vez.... un ángel"

Susana A. Siguelboim R.
ICQ N° 86953461
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